domingo, 10 de abril de 2011

Salir con un hombre y no morir en el intento

Mi última salida con un espécimen del sexo masculino fue relativamente hace poco tiempo. (Aclaración: poco tiempo comprende un lapso de tiempo cuyo máximo son cinco meses de antigüedad). Él, un tipo de mi misma edad, profesional, laburador, soltero, dulce pero no empalagoso, pendiente de mí pero sin llegar a ser acosador. Salimos una noche a cenar y me encantó. Así de simple.


Las salidas fueron reiteradas. También las llamadas, los sms, mails y cualquier tipo de comunicación que nos permitía la tecnología con la que ambos contábamos en ese momento. No puedo ocultar que estaba atravesando un buen momento emocional, como hacía un buen tiempo no me sucedía.


En fin… no voy a relatar los detalles del tiempo en que estuvimos juntos, porque sería volver esto un post catártico y meloso al que no quiero llegar. Obviamente, la relación no funcionó, porque él no tuvo conmigo la dosis de sinceridad necesaria. Quizás tampoco hubiese funcionado, aún con esa cualidad, pero lo cierto fue que él no tenía sus historias anteriores cerradas y selladas y eso hizo que nos dejemos de ver. Lo fantástico del asunto, que jamás me había sucedido en ninguna historia o intento de historia que tuve con un hombre, fue que me dejó vía mensaje de texto. Si, si: no vuelvan a releer, dije MENSAJE DE TEXTO. No vale la pena ahondar en detalles, pero lo cierto es que el fin llegó a través de un sms.


Anoche tuvimos una noche de comida y copas con mis grandiosas amigas Ana y Paula. Como siempre, los hombres fueron parte del temario. Así fue que vino a colación esta historieta (si… decir historia es demasiado). Como cada vez que la recuerdo, traigo a mi memoria una peli que vi ya hace un tiempo: He’s just not that into you, donde Mary (Drew Barrymore) rememora cuando la vida amorosa sólo abarcaba un teléfono con un contestador automático que tenía o no un mensaje del tipo en cuestión. Y finaliza con un: “Ahora necesitas ir a todos los portales para que te rechacen siete tecnologías diferentes”.


Les dejo el principio de la película, para quienes nunca la vieron y para quienes deseen recordarla. El principio de nuestro problema.


http://youtu.be/BmP5LSBsCJM



lunes, 28 de marzo de 2011

Que levante la mano...

...el que no odia los días lunes! Ninguna mano por aquí, ninguna mano por allí. ¡Lo sospeché! Situación: último lunes del mes, últimos billetes en los bolsillos (o en las carteras o billeteras), malhumor generalizado de todos mis compañeros de oficina. Todos abnegados trabajadores, pero con una mala onda que se adivina a tres cuadras. Llego yo, la simpatía hecha mujer, con mi clásico "holaaaa¿cómopasaronelfindesemana?" Me odian. Y yo también, por preguntar tamaña pavada. El problema no es que yo pregunte. Que quede claro que el punto no es si el fin de semana fue el más aburrido en años, o trabajamos como unas condenadas lavando y limpiando lo que no llegamos a hacer en la semana, o encontramos al hombre de nuestras vidas en un domingo que no parecía depararnos nada. ¡Hoy es lunes! Y no hay ningún factor que pueda contra eso. Ni siquiera que ingrese un compañerito nuevo de trabajo, cinco años menor que la mayoría de la población femenina de la oficina. Hermoso él, bien vestido, sonrisa enorme... hasta parece real. Apuesto 50 pesos (con menos de eso en mi billetera) que van a pasar pocos meses hasta que sea víctima de algún ave de rapiña femenina. Apenas puso un piecito adentro, desde la platea femenina le dedicamos diversas miradas intensas, con orientación arribaabajo, abajoarriba, derechaizquierda, izquierdaderecha. Pero ni siquiera compañerito nuevo pudo revertir la angustiante situación de atravesar el día lunes plagados de bostezos, falta de paciencia, intolerancia en dosis múltiples, malos entendidos y miradas desesperadas buscando el reloj que parecía querer alejarnos de las 3 de la tarde.

domingo, 27 de marzo de 2011

"Cuando sea grande, quiero ser como vos..."

Así me decía mi hermana menor cuando éramos pequeñas. Yo sonreía, con esas sonrisas enormes que te brinda el servir de ejemplo a alguien, y la ayudaba a cruzar la calle o la hamacaba con mucha fuerza, acaso con la idea de quien busca tocar una nube.
Nos llevamos cinco años de diferencia, así que la muy cretina está hoy pisando los 25 y yo al borde de los 30, como ya se habrán dado cuenta. Y ya somos grandes. Las dos.

No sé si el tiempo nos pasó por encima, pero un día me levanté, me vi vistiéndome para ir a laburar, usando ropa "seria" (aunque me falta mucho para llegar a reina de la formalidad), trabajando después de hora y ¡záz! "¿Cómo era que llegué acá?", me pregunté con algo de preocupación.

Este año cumplo 30. Como todo el mundo los cumple alguna vez, claro. Siempre pensé que los 30 quedaban tan lejos, que faltaba tanto para llegar a ese horizonte. De pronto, el horizonte estaba a un par de meses de distancia. Me acuerdo que a los 20 miraba a los que tenían 10 años más que yo con algo de admiración y, hasta en algunos casos, obnubilación. Uno puede obnubilarse con la gente: me pasó muchas veces y llegué a confundirlo con otros sentimientos. (Pero bueno... ese será tema de algún post.) También, me acuerdo que alguna vez me imaginé una mujer de 30 con un trabajo súper copado (¡error!), independiente pero con amores (otra equivocación).

En fin, los 30 están a la vuelta de la esquina. Tengo una vida bella y gente hermosa a mi lado. Sería necio negarlo. Pero no puedo hacer como si me resultara indiferente llegar a esta etapa de la vida. ¿Será que cumplir múltiplos de 10 provoca en todos cosas similares?

Resumiendo: ya soy grande, y no sé si mi hermana sigue pensando en ser como yo. ¡Pero aquí vamos!